Fernando Llamas. Tras nueve carreras accidentadas, traicioneras y sangrientas, el Giro se tomó un respiro este lunes (segundo día de descanso, aunque el primero de traslado desde Irlanda no mereciera esa calificación) en la industriosa Módena.
El pelotón de 182 supervivientes mira hacia adelante, porque no hay otra y, además, hacia atrás no se ven más que desgracias. También se deja ver la veteranía de Cadel Evans, aliada con la fortuna, que le ha permitido llegar no solo ileso, sino con una ventaja mollar a este punto del 97º Giro de Italia. Sin necesidad de exprimir a fondo el limón de sus energías: calculadora en mano.
Si se dan una vuelta por las declaraciones de todos los cabecillas de los equipos, pasa como con las elecciones y lo debates políticos. Todos los que están han llegado hasta aquí en una posición favorable. Nada está ganado, pero tampoco perdido. Es la consecuencia de un Giro pasado por agua y por sangre.
Fuera de las emociones sufridas de las caídas y los abandonos, no hay tanto que rascar. Estirando la goma, los esprints de Bouhanni, la baraja del Orica, la versatilidad a toda potencia de Ulissi, la aparición de los jóvenes Kelderman y Vuillermoz, la valentía de Pozzovivo, de Majka y también de Kiserlovski, la constancia de Aru, la lujosa aportación gregaria de Morabito... Todo en un grado condicional, provisional.
El tiempo en la 'Cima Coppi': Las próximas 11 etapas esconden todo lo interesante de este Giro: las dos cronos individuales y las montañas encadenadas y salvajes de la cordillera norte. Con el riesgo, tantas veces convertido en hecho, de que el mal tiempo a 2.000 y pico metros suprima del recorrido la cima Coppi (esta vez el Stelvio) y otros monumentos naturales de las alturas. Sería la ruina de una edición que se levantó en Belfast con el pie torcido y no lo ha terminado de enderezar. Intentaremos no ser cenizos.
Con Purito Rodríguez delante de la tele en su hogar andorrano, pulgar derecho atornillado, la ambición española en este tramo crucial de carrera no llega más allá que a alguna victoria de etapa. Las candidaturas de Dani Moreno, que 'vengaría' a los Katusha, y de Mikel Landa (Astana) están en boca de la mayoría. Pero tampoco son los máximos favoritos para alzar los brazos, solo un par de ciclistas más dentro de un elenco de 'nominados' muy extenso.
Para el gran premio final, Evans ha enriquecido su cálculo de probabilidades, aunque debe demostrar aptitudes ante los cambios de ritmo que le propongan los colombianos, fundamentalmente Nairo Quintana, y quisquillas como el italiano Domenico Pozzovivo, en las etapas de mayor magnitud altimétrica. Rigoberto Urán, segundo en la general, se defiende mejor en todos los terrenos. Conoce el Giro y aunque ha perdido tiempo en la desastrosa etapa de Montecassino es el mejor colocado frente al australiano. Y sin traumatismos significativos.
Esperando a Nairo: Quintana afirma que él tiene golpes, pero todavía no el que más falta le hace, el golpe de pedal. Su carrera está siendo especialmente cautelosa y sorprende que diga abiertamente que cuando cambia de ritmo en montaña le empiezan a doler las heridas de Montecassino. Da un poco lo mismo, porque tampoco hay nadie dispuesto a probarle. Los baños curativos de Salsomaggiore Terme (final de la etapa llana de mañana, dedicada al gran Gino Bartali) y, si llegan, el sol y el calor, podrían devolverle lo que le está faltando.
Pero también se puede poner en consideración una anécdota: el día que Nairo aceleró en la meta para no perder tiempo en la única llegada en alto de entidad, Montecopiolo, soltó de su rueda a Evans. Al australiano y a quienes se acoplaron a sus espaldas les picaron dos segundos.
El único valiente, también con heridas de guerra pero inasequible al desaliento, ha sido Pozzovivo, que se ganó medio minuto el domingo en Sestola, contando cuatro segundos de bonificación. El italiano cuenta con un puñado de corredores muy aptos para echarse al monte en un equipo, el Ag2r, especialmente ligado al éxito en lo que va de 2014. Se les ha visto muy activos a los Bérard, Bouet, Domont, Dupont o Vuillermoz en apoyo del jefe de la banda, que podría liar 'La Mondiale' en este Giro de Italia.
El pelotón de 182 supervivientes mira hacia adelante, porque no hay otra y, además, hacia atrás no se ven más que desgracias. También se deja ver la veteranía de Cadel Evans, aliada con la fortuna, que le ha permitido llegar no solo ileso, sino con una ventaja mollar a este punto del 97º Giro de Italia. Sin necesidad de exprimir a fondo el limón de sus energías: calculadora en mano.
Si se dan una vuelta por las declaraciones de todos los cabecillas de los equipos, pasa como con las elecciones y lo debates políticos. Todos los que están han llegado hasta aquí en una posición favorable. Nada está ganado, pero tampoco perdido. Es la consecuencia de un Giro pasado por agua y por sangre.
Fuera de las emociones sufridas de las caídas y los abandonos, no hay tanto que rascar. Estirando la goma, los esprints de Bouhanni, la baraja del Orica, la versatilidad a toda potencia de Ulissi, la aparición de los jóvenes Kelderman y Vuillermoz, la valentía de Pozzovivo, de Majka y también de Kiserlovski, la constancia de Aru, la lujosa aportación gregaria de Morabito... Todo en un grado condicional, provisional.
El tiempo en la 'Cima Coppi': Las próximas 11 etapas esconden todo lo interesante de este Giro: las dos cronos individuales y las montañas encadenadas y salvajes de la cordillera norte. Con el riesgo, tantas veces convertido en hecho, de que el mal tiempo a 2.000 y pico metros suprima del recorrido la cima Coppi (esta vez el Stelvio) y otros monumentos naturales de las alturas. Sería la ruina de una edición que se levantó en Belfast con el pie torcido y no lo ha terminado de enderezar. Intentaremos no ser cenizos.
Con Purito Rodríguez delante de la tele en su hogar andorrano, pulgar derecho atornillado, la ambición española en este tramo crucial de carrera no llega más allá que a alguna victoria de etapa. Las candidaturas de Dani Moreno, que 'vengaría' a los Katusha, y de Mikel Landa (Astana) están en boca de la mayoría. Pero tampoco son los máximos favoritos para alzar los brazos, solo un par de ciclistas más dentro de un elenco de 'nominados' muy extenso.
Para el gran premio final, Evans ha enriquecido su cálculo de probabilidades, aunque debe demostrar aptitudes ante los cambios de ritmo que le propongan los colombianos, fundamentalmente Nairo Quintana, y quisquillas como el italiano Domenico Pozzovivo, en las etapas de mayor magnitud altimétrica. Rigoberto Urán, segundo en la general, se defiende mejor en todos los terrenos. Conoce el Giro y aunque ha perdido tiempo en la desastrosa etapa de Montecassino es el mejor colocado frente al australiano. Y sin traumatismos significativos.
Esperando a Nairo: Quintana afirma que él tiene golpes, pero todavía no el que más falta le hace, el golpe de pedal. Su carrera está siendo especialmente cautelosa y sorprende que diga abiertamente que cuando cambia de ritmo en montaña le empiezan a doler las heridas de Montecassino. Da un poco lo mismo, porque tampoco hay nadie dispuesto a probarle. Los baños curativos de Salsomaggiore Terme (final de la etapa llana de mañana, dedicada al gran Gino Bartali) y, si llegan, el sol y el calor, podrían devolverle lo que le está faltando.
Pero también se puede poner en consideración una anécdota: el día que Nairo aceleró en la meta para no perder tiempo en la única llegada en alto de entidad, Montecopiolo, soltó de su rueda a Evans. Al australiano y a quienes se acoplaron a sus espaldas les picaron dos segundos.
El único valiente, también con heridas de guerra pero inasequible al desaliento, ha sido Pozzovivo, que se ganó medio minuto el domingo en Sestola, contando cuatro segundos de bonificación. El italiano cuenta con un puñado de corredores muy aptos para echarse al monte en un equipo, el Ag2r, especialmente ligado al éxito en lo que va de 2014. Se les ha visto muy activos a los Bérard, Bouet, Domont, Dupont o Vuillermoz en apoyo del jefe de la banda, que podría liar 'La Mondiale' en este Giro de Italia.