Gerardo Fuster de Carulla (Amigos del Ciclismo). La prueba abrió el telón con la demostración locuaz llevada a cabo por velocista germano André Greipel, aprovechando una llegada más o menos compacta de un pelotón que no quería complicaciones en la jornada inicial. Al día siguiente, tuvo lugar una etapa de contrarreloj individual bajo una distancia de 24 kilómetros. Allí se empezó a ver a los concurrentes que aspiraban a más. La joven esperanza holandesa, Lars Boom, fiel servidor del cronómetro, no tuvo impedimentos para vencer con relativa facilidad. Le sacó 22 segundos al belga Maxime Monfort y 36 segundos al francés Anthony Roux.
Los aficionados imaginaron ya que entre estos tres hombres andaría el juego y la definición de la carrera. Todos nos equivocamos en este sentido, tomado en consideración que se insertaba una subida de dos kilómetros y medio que se las traía en la parte postrera, en una cuesta denominada Mont-Saint-Clair, que poseía tramos del 15% de pendiente. El cuarto hombre de aquella jornada, silencioso él, fue precisamente el nórdico Thomas Lövkvist, especialista del cronómetro, una modalidad que le es también familiar.
La tercera etapa, cosa insólita, los organizadores decidieron anularla en virtud de que las autoridades de aquellos confines se opusieron a que se celebrara, alegando por motivos de seguridad. Así pues, un día de asueto. Al día siguiente había expectación confiando en la denominada etapa reina, que culminaba con la ascensión al conocido Mont-Faron. Impuso su ley el corredor galo Jean-Christopher Peraud, brillante, tan sólo sombreado por el italiano Reda y el holandés Mollema, que llegaron tras su estela. Todo giró en torno al medio minuto de tiempo que les tomó el ganador cuesta arriba. Haciendo cuentas. el liderato quedó bajo la tutela y mando del belga Maxime Monfort. Muchos creyeron que el resultado final era ya inamovible. Equivocados estaban.
La etapa postrera, la quinta, llevó a la caravana multicolor a la población de Grasse, famosa por sus perfumes, colindante con las montañas alpinas, que se divisaban a lo lejos con sus cumbres engalanadas de blanco. Se subieron dos puertos, la cima de las Tullières y el collado de Tanneron, obstáculos que pesaron en las piernas de los ciclistas. Hubo selección y el líder se vio incapaz de neutralizar las aguas turbulentas agitadas por algunos atletas del pedal que deseaban alguna compensación en esa jornada de traca final. El belga Jurgen Roelants pudo adjudicarse la victoria. Tras él quedaron el italiano Francesco Reda y el español Mikel Nieve. Thomas Lövkvist, que vio los movimientos que tomaba la carrera en una ascensión ubicada en las postrimerías, aguantó en positivo de tal manera que pudo superar en la clasificación absoluta al francés Jean-Christopher Peraud (2º), por tan sólo unas décimas de segundo, suficientes para darle la corona. El italiano Francesco Reda (3º), lo haría a 11 segundos y el francés Maxime Monfort (4º), el gran desilusionado, a 16 segundos, unos segundos de tiempo amargos.
Como punto final, digamos que el pequeño conglomerado de ciclistas españoles que concurrieron en esta prueba, fueron tan sólo nueve, pasando más bien desapercibidos. El vasco Mikel Nieve, oriundo de la localidad de Leitza, llevó un camino más a tono, más destacado. Nunca está de más el que mencionemos que Thomas Lövkvist (28 años), nació en la ciudad medieval de Visby, que se sitúa en la isla de Gotland, emplazada en el mar Báltico. No hace mucho fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, destacando una muralla de piedra de defensa de casi cuatro kilómetros de longitud, denominada “Ringmuren”. En aquel lugar, sirva de anécdota, se afincaron con sólida persistencia los vikingos, que vivían de la guerra y de sus conquistas. Solían hacer escala en aquella isla, un hecho que se divulga en los libros de historia de Suecia.
Quisiéramos también puntualizar el robo que se produjo de nada menos dieciséis bicicletas pertenecientes al equipo Garmin Sharp, en la noche vigilia de la cuarta etapa de esta carrera en cuestión. El valor económico de las mismas es muy abultado. Ha sido un hecho a todas luces más que lamentable. El conjunto estadounidense decidió retirarse al unísono de la carrera con gran pesar a pesar de los ofrecimientos desinteresados recibidos por parte de otros equipos para que pudieran sus ciclistas proseguir en competición. Cabe recordar que esta escuadra suele pasar períodos de tiempo en la provincia catalana de Girona, un clima que les es muy propicio y con un territorio de configuración muy adecuada para entrenarse.
Los aficionados imaginaron ya que entre estos tres hombres andaría el juego y la definición de la carrera. Todos nos equivocamos en este sentido, tomado en consideración que se insertaba una subida de dos kilómetros y medio que se las traía en la parte postrera, en una cuesta denominada Mont-Saint-Clair, que poseía tramos del 15% de pendiente. El cuarto hombre de aquella jornada, silencioso él, fue precisamente el nórdico Thomas Lövkvist, especialista del cronómetro, una modalidad que le es también familiar.
La tercera etapa, cosa insólita, los organizadores decidieron anularla en virtud de que las autoridades de aquellos confines se opusieron a que se celebrara, alegando por motivos de seguridad. Así pues, un día de asueto. Al día siguiente había expectación confiando en la denominada etapa reina, que culminaba con la ascensión al conocido Mont-Faron. Impuso su ley el corredor galo Jean-Christopher Peraud, brillante, tan sólo sombreado por el italiano Reda y el holandés Mollema, que llegaron tras su estela. Todo giró en torno al medio minuto de tiempo que les tomó el ganador cuesta arriba. Haciendo cuentas. el liderato quedó bajo la tutela y mando del belga Maxime Monfort. Muchos creyeron que el resultado final era ya inamovible. Equivocados estaban.
La etapa postrera, la quinta, llevó a la caravana multicolor a la población de Grasse, famosa por sus perfumes, colindante con las montañas alpinas, que se divisaban a lo lejos con sus cumbres engalanadas de blanco. Se subieron dos puertos, la cima de las Tullières y el collado de Tanneron, obstáculos que pesaron en las piernas de los ciclistas. Hubo selección y el líder se vio incapaz de neutralizar las aguas turbulentas agitadas por algunos atletas del pedal que deseaban alguna compensación en esa jornada de traca final. El belga Jurgen Roelants pudo adjudicarse la victoria. Tras él quedaron el italiano Francesco Reda y el español Mikel Nieve. Thomas Lövkvist, que vio los movimientos que tomaba la carrera en una ascensión ubicada en las postrimerías, aguantó en positivo de tal manera que pudo superar en la clasificación absoluta al francés Jean-Christopher Peraud (2º), por tan sólo unas décimas de segundo, suficientes para darle la corona. El italiano Francesco Reda (3º), lo haría a 11 segundos y el francés Maxime Monfort (4º), el gran desilusionado, a 16 segundos, unos segundos de tiempo amargos.
Como punto final, digamos que el pequeño conglomerado de ciclistas españoles que concurrieron en esta prueba, fueron tan sólo nueve, pasando más bien desapercibidos. El vasco Mikel Nieve, oriundo de la localidad de Leitza, llevó un camino más a tono, más destacado. Nunca está de más el que mencionemos que Thomas Lövkvist (28 años), nació en la ciudad medieval de Visby, que se sitúa en la isla de Gotland, emplazada en el mar Báltico. No hace mucho fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, destacando una muralla de piedra de defensa de casi cuatro kilómetros de longitud, denominada “Ringmuren”. En aquel lugar, sirva de anécdota, se afincaron con sólida persistencia los vikingos, que vivían de la guerra y de sus conquistas. Solían hacer escala en aquella isla, un hecho que se divulga en los libros de historia de Suecia.
Quisiéramos también puntualizar el robo que se produjo de nada menos dieciséis bicicletas pertenecientes al equipo Garmin Sharp, en la noche vigilia de la cuarta etapa de esta carrera en cuestión. El valor económico de las mismas es muy abultado. Ha sido un hecho a todas luces más que lamentable. El conjunto estadounidense decidió retirarse al unísono de la carrera con gran pesar a pesar de los ofrecimientos desinteresados recibidos por parte de otros equipos para que pudieran sus ciclistas proseguir en competición. Cabe recordar que esta escuadra suele pasar períodos de tiempo en la provincia catalana de Girona, un clima que les es muy propicio y con un territorio de configuración muy adecuada para entrenarse.
