Ainara Hernando. El ciclismo no es más que un juego en el tablero de la vida. Cada día se tiran los dados y es el azar quien decide, si te toca un uno o un seis. Si saltas de manera pausada o avanzas rápidamente. La suerte, buena o mala. Quiero pensar eso hoy, esta noche que mil pensamientos me recorren por la mente y no sé cómo ordenarlos, entre un montón de lágrimas contenidas durante todo un día eterno, interminable y asqueroso, ésa es la palabra. Sencillamente horrible. Y quiero pensar en eso, en que ha sido el azar y no en el destino, que hasta ahora tenía mis escarceos en creer en él yo, la completamente atea, la que cree en las personas y en las cosas materiales que decía, empezaba a creer que era el destino el que nos tiene reservadas las cosas. No, ahora si que ya no puedo pensar así.
Porque no puedo aceptar que haya sido el destino el que haya querido llevarse a un chico que a sus 32 años después de un montón de penurias, de caídas, de contratos basura, de lesiones y enfermedades, vivía por fin su mejor momento en el plano personal como profesional. Estaba arreglando las cosas con Silvia, su mujer, otro cielo de persona tanto como él y a quién desde aquí le mando un fuerte abrazo igual que a su padre, Ramón, uno de los tipos más sinceros y sencillos que he conocido en este mundo del ciclismo y que se acercó a saludar en la Volta a Catalunya de este año tras el reportaje que hicimos a su hijo, “¡Qué bonito, nos ha emocionado!”, nos decía. Hoy he oído llorar encogiéndome aún más el corazón. ¿Es el destino el que se lo ha querido llevar ahora, ahora que estaba disfrutando de la vida como nunca?
Fuerza, coraje y ánimo para seguir adelante quiero decirles a ellos, a todo el Movistar que ahora somos todos, nosotros también. El ciclismo es como una familia. Una familia ambulante. Nos movemos por todos los lados pero siempre vamos juntos, en paquete. Y cuando un miembro se va, el resto llora. Ésa labor nos ha dejado Xavi esta mañana, aunque él sería el primero en rechistarnos por derramar lágrimas. Nos abroncaría por no reír tan fuerte, tan a lo grande como lo hacía él. Era un ejemplo, para todo y para todos.
Era uno de esos ciclistas que estaba aquí por pasión. Mil baches tuvo que superar: caídas, mononucleosis, lesiones, contratos que no se renovaban…para terminar por fin en el Cervélo y esta temporada en el Movistar. Estaba preparando el Tour a conciencia, lo que le faltaba , el carnet ciclista, pues aún no había debutado en la ronda gala y su sueño, el Tour de Flandes. No se cumplirá ya nunca.
Aún recuerdo la mañana de la primera etapa de la Vuelta al País Vasco, en Zumárraga. Me vino directo antes de ir a la presentación de equipos porque le habíamos colocado en las previas como uno de los favoritos. “Oye, ya lo he puesto en el facebook el link. ¡Espero cumplir con las expectativas! Estoy nervioso, ¡me has metido presión!”, bromeaba. En la salida de Arrate quisimos hacerle un vídeo como entrevista y no pudimos porque la tarjeta se bloqueó. Hubiera sido el último.
Mil imágenes me han venido a la cabeza durante este día de descanso interminable. Desde el hotel del Saxo Bank donde se alojaba Alberto Contador, por donde teníamos previsto empezar la jornada laboral hasta el del Movistar donde trágicamente hemos acabado. Dos horas de trayecto eternas. Me venían clichés a la mente: la fiesta del último día de la Vuelta a España, la de la Vuelta a Chihuahua el penúltimo, sus bromas y risotadas con Esteban Plaza, cuando ambos estaban en el Andalucía-Cajasur mientras se presentaban en el teatro de la ciudad mexicana ahí delante de todos y ellos que veían una cámara y se ponían a hacer el bobo.
Gracias por todo eso Xavi. Lo guardaré en lo más profundo del alma para llevarlo siempre conmigo y recordarte ahora que el maldito azar ha querido llevarte sin explicación. Sin razón alguna. Y no me queda más que decir, nada, porque sigo sin entenderlo y sin razonarlo. Sigo sin entenderlo. ¿por qué?
Porque no puedo aceptar que haya sido el destino el que haya querido llevarse a un chico que a sus 32 años después de un montón de penurias, de caídas, de contratos basura, de lesiones y enfermedades, vivía por fin su mejor momento en el plano personal como profesional. Estaba arreglando las cosas con Silvia, su mujer, otro cielo de persona tanto como él y a quién desde aquí le mando un fuerte abrazo igual que a su padre, Ramón, uno de los tipos más sinceros y sencillos que he conocido en este mundo del ciclismo y que se acercó a saludar en la Volta a Catalunya de este año tras el reportaje que hicimos a su hijo, “¡Qué bonito, nos ha emocionado!”, nos decía. Hoy he oído llorar encogiéndome aún más el corazón. ¿Es el destino el que se lo ha querido llevar ahora, ahora que estaba disfrutando de la vida como nunca?
Fuerza, coraje y ánimo para seguir adelante quiero decirles a ellos, a todo el Movistar que ahora somos todos, nosotros también. El ciclismo es como una familia. Una familia ambulante. Nos movemos por todos los lados pero siempre vamos juntos, en paquete. Y cuando un miembro se va, el resto llora. Ésa labor nos ha dejado Xavi esta mañana, aunque él sería el primero en rechistarnos por derramar lágrimas. Nos abroncaría por no reír tan fuerte, tan a lo grande como lo hacía él. Era un ejemplo, para todo y para todos.
Era uno de esos ciclistas que estaba aquí por pasión. Mil baches tuvo que superar: caídas, mononucleosis, lesiones, contratos que no se renovaban…para terminar por fin en el Cervélo y esta temporada en el Movistar. Estaba preparando el Tour a conciencia, lo que le faltaba , el carnet ciclista, pues aún no había debutado en la ronda gala y su sueño, el Tour de Flandes. No se cumplirá ya nunca.
Aún recuerdo la mañana de la primera etapa de la Vuelta al País Vasco, en Zumárraga. Me vino directo antes de ir a la presentación de equipos porque le habíamos colocado en las previas como uno de los favoritos. “Oye, ya lo he puesto en el facebook el link. ¡Espero cumplir con las expectativas! Estoy nervioso, ¡me has metido presión!”, bromeaba. En la salida de Arrate quisimos hacerle un vídeo como entrevista y no pudimos porque la tarjeta se bloqueó. Hubiera sido el último.
Mil imágenes me han venido a la cabeza durante este día de descanso interminable. Desde el hotel del Saxo Bank donde se alojaba Alberto Contador, por donde teníamos previsto empezar la jornada laboral hasta el del Movistar donde trágicamente hemos acabado. Dos horas de trayecto eternas. Me venían clichés a la mente: la fiesta del último día de la Vuelta a España, la de la Vuelta a Chihuahua el penúltimo, sus bromas y risotadas con Esteban Plaza, cuando ambos estaban en el Andalucía-Cajasur mientras se presentaban en el teatro de la ciudad mexicana ahí delante de todos y ellos que veían una cámara y se ponían a hacer el bobo.
Gracias por todo eso Xavi. Lo guardaré en lo más profundo del alma para llevarlo siempre conmigo y recordarte ahora que el maldito azar ha querido llevarte sin explicación. Sin razón alguna. Y no me queda más que decir, nada, porque sigo sin entenderlo y sin razonarlo. Sigo sin entenderlo. ¿por qué?