Fernando Llamas. El clasicómano noruego Thor Hushovd califica de raro y de "impensable" en su país que un sospechoso sea nombrado hijo predilecto de su pueblo cuando está en curso su proceso por dopaje. El presidente federativo de la nación de Hushovd, un tal Harald Tiedemann, también se atreve a descalificar a su homónimo en la Española, Juan Carlos Castaño, por desear que el expediente a Contador se resuelva favorablemente para él.
Peor es el 'choteo' internacional. Leo en una web francesa la chufla de que la Federación Española, lejos de sancionar a Alberto Contador por la presencia de clembuterol en su muestra del último 21 de julio, le va a dar al corredor un minuto de bonificación para el próximo Tour de Francia.
Como es natural, recordamos también las acusaciones del presidente de la UCI, Pat McQuaid, a propósito de la permisividad de las autoridades españolas para con sus atletas dopados y las permanentes críticas de la prensa deportiva europea por el caso Valverde.
Frente a todo el puritanismo andidopaje que sacude Europa, en España se respeta desde los organismos oficiales la presunción de inocencia y el beneficio de la duda de los deportistas implicados en casos de dopaje como se hace con los peores criminales en la justicia ordinaria. Y eso no está bien visto. Según medio mundo civilizado, así no hay manera de combatir el dopaje.
Contundente, frente a la ola de puritanismo que nos aplasta, surge Bjarne Riis. Tres años y pico después de haber confesado que se dopó desde 1993 a 1998 de forma sistemática y que empleó la entonces indetectable EPO para ganar el Tour 1996, extiende su confesión. Por cierto, aquel Tour no se lo ganó a Miguel Indurain, undécimo, sino a su casi imberbe compañero de equipo Jan Ullrich... Que también se dopó cuando fue menester. O al tercer clasificado, Richard Virenque, quien tampoco destacó por su pureza sanguínea.
Nosotros disponemos también de una ola puritana local, hipócrita por definición, que se escandaliza por la biografía de Riis, que ya extiende su confesión a todos sus años de profesional, incluso desde antes, desde los 16. ¡Contador no puede estar la próxima temporada en el equipo Saxo Bank!, declaman algunos con falsete y evidente incoherencia.
Pueden criticar la oportunidad de editar las memorias de Riis -redactadas por el periodista danés Lars Steen Pedersen- en estos momentos difíciles para Contador. Pero concedan que, al menos, el danés rompe con la histórica e histérica hipocresía que ha conducido al ciclismo desde el dopaje generalizado a la anatemización mentirosa: por un lado, multo, prohíbo, despido, destrozo para siempre carreras ciclistas; por el otro, los mando al curandero que me los pone a tono con todo tipo de sustancias y/o métodos ilegales. Si ganan, ganamos todos. Si los pillan, pierden ellos.
A mí, Riis no me parece una lacra para el ciclismo, que desde mi punto de vista necesita desde hace tiempo someterse a la catarsis, reconocer sus faltas, trazar una raya y empezar de cero de verdad y con nuevos elementos en su dirección. Peor me parecen los que condenan sus confesiones para que todo siga como siempre, para que, rascando sin gran esfuerzo, emerja el viejo ciclismo de siempre, el que ha seguido bailando el mismo son como si el caso Festina, la redada de San Remo, la operación Puerto y tantas operaciones policiales no hubieran ocurrido nunca, que hubieran sido sólo un mal sueño.
Peor, desde un punto de vista deportivo y ético, me parece que en plena lucha entre Contador y Andy Schleck, el luxemburgués dirigido por el mánager danés, éste negociara con aquél su nuevo contrato con el Saxo Bank, y mantuviera conversación fluida con el español una vez terminadas las etapas. Hasta el punto de afearle a Contador su conducta por el incidente de la cadena en el col de Balès y recomendarle una disculpa pública, que el de Pinto ejecutó al instante en forma de vídeo en obediencia a quien iba a convertirse en su jefe. Pero esa es otra historia...
Peor es el 'choteo' internacional. Leo en una web francesa la chufla de que la Federación Española, lejos de sancionar a Alberto Contador por la presencia de clembuterol en su muestra del último 21 de julio, le va a dar al corredor un minuto de bonificación para el próximo Tour de Francia.
Como es natural, recordamos también las acusaciones del presidente de la UCI, Pat McQuaid, a propósito de la permisividad de las autoridades españolas para con sus atletas dopados y las permanentes críticas de la prensa deportiva europea por el caso Valverde.
Frente a todo el puritanismo andidopaje que sacude Europa, en España se respeta desde los organismos oficiales la presunción de inocencia y el beneficio de la duda de los deportistas implicados en casos de dopaje como se hace con los peores criminales en la justicia ordinaria. Y eso no está bien visto. Según medio mundo civilizado, así no hay manera de combatir el dopaje.
Contundente, frente a la ola de puritanismo que nos aplasta, surge Bjarne Riis. Tres años y pico después de haber confesado que se dopó desde 1993 a 1998 de forma sistemática y que empleó la entonces indetectable EPO para ganar el Tour 1996, extiende su confesión. Por cierto, aquel Tour no se lo ganó a Miguel Indurain, undécimo, sino a su casi imberbe compañero de equipo Jan Ullrich... Que también se dopó cuando fue menester. O al tercer clasificado, Richard Virenque, quien tampoco destacó por su pureza sanguínea.
Nosotros disponemos también de una ola puritana local, hipócrita por definición, que se escandaliza por la biografía de Riis, que ya extiende su confesión a todos sus años de profesional, incluso desde antes, desde los 16. ¡Contador no puede estar la próxima temporada en el equipo Saxo Bank!, declaman algunos con falsete y evidente incoherencia.
Pueden criticar la oportunidad de editar las memorias de Riis -redactadas por el periodista danés Lars Steen Pedersen- en estos momentos difíciles para Contador. Pero concedan que, al menos, el danés rompe con la histórica e histérica hipocresía que ha conducido al ciclismo desde el dopaje generalizado a la anatemización mentirosa: por un lado, multo, prohíbo, despido, destrozo para siempre carreras ciclistas; por el otro, los mando al curandero que me los pone a tono con todo tipo de sustancias y/o métodos ilegales. Si ganan, ganamos todos. Si los pillan, pierden ellos.
A mí, Riis no me parece una lacra para el ciclismo, que desde mi punto de vista necesita desde hace tiempo someterse a la catarsis, reconocer sus faltas, trazar una raya y empezar de cero de verdad y con nuevos elementos en su dirección. Peor me parecen los que condenan sus confesiones para que todo siga como siempre, para que, rascando sin gran esfuerzo, emerja el viejo ciclismo de siempre, el que ha seguido bailando el mismo son como si el caso Festina, la redada de San Remo, la operación Puerto y tantas operaciones policiales no hubieran ocurrido nunca, que hubieran sido sólo un mal sueño.
Peor, desde un punto de vista deportivo y ético, me parece que en plena lucha entre Contador y Andy Schleck, el luxemburgués dirigido por el mánager danés, éste negociara con aquél su nuevo contrato con el Saxo Bank, y mantuviera conversación fluida con el español una vez terminadas las etapas. Hasta el punto de afearle a Contador su conducta por el incidente de la cadena en el col de Balès y recomendarle una disculpa pública, que el de Pinto ejecutó al instante en forma de vídeo en obediencia a quien iba a convertirse en su jefe. Pero esa es otra historia...