Agusti Bernaus. En la Vuelta se felicitan por haber acertado en el recorrido de la última edición. Las excelentes audiencias de Cotobello, Lagos de Covadonga y la Bola del Mundo han satisfecho a los patrocinadores y hacen pensar que un plus de dureza es lo que necesita el ciclismo para fortalecerse. Con anterioridad, Giro y Tour también alcanzaron los mejores índices de audiencia en las etapas más terribles. Pero el riesgo de que el ‘deporte espectáculo’ se convierta en un ‘circo morboso’ que no tenga nada que ver con el ciclismo es elevado. Abraham Olano, ex ciclista profesional y responsable de los recorridos de la Vuelta desde hace cinco años, asegura que “el límite lo ponen los propios corredores”. Javier Guillén, director de la prueba tiene muy claro que hay que acotar el terreno: “El público sabe lo que quiere y les damos lo que se puede dar. Pero ni podemos ni vamos a darles todo lo que quieren”.
El ‘vous êtes des assasins’ de Octave Lapize a los organizadores en el Tour de 1910 ya no tiene justificación en el siglo actual. Aunque el Giro busque etapas sin asfaltar, aunque el Tour haga terminar una etapa en la cima del Tourmalet o la Vuelta se eleve hasta la Bola del Mundo. Aunque el ‘no limits’ parezca ser el lema que dispara las audiencias, quienes montan el espectáculo deportivo han calibrado hasta dónde pueden llegar. Olano, ex campeón del mundo, considera que fue un acierto el final de etapa en la Bola del Mundo: “La gente se sintió atraída por la novedad del escenario, por la dureza y porque el final era sobre hormigón en lugar de asfalto. No creo que con el suelo mojado hubieran tenido problemas para subir, lo máximo que pueda ocurrir es que alguien tenga que poner el pie en el suelo. Para mí, el límite es poner en peligro la vida de un deportista. Por ejemplo, en la bajada del Rat Penat había dos curvas que, aunque las señalizamos y se las advertimos a los corredores, me daban miedo. Creo que el límite hay que buscarlo en ese otro concepto”. Olano habla con los ciclistas, les escucha: “Me aportan ideas para conseguir un espectáculo mejor. Cancellara, Cuesta...son ciclistas que me han aportado cosas. La contrarreloj nocturna también fue un éxito. La idea es mantener la emoción hasta el último día”.
Eusebio Unzué, mánager de Caisse d’Epargne, tiene muy claro que “además de los aficionados de siempre, a estas etapas límite se suma la gente que quiere ver a unos ciclistas que hacen algo que casi es imposible. La Bola del Mundo fue un espectáculo medido, calculado. En el Angliru, en cambio, he visto a corredores que no podían subir si no era a empujones. Allí no subían ni coches, ni motos ni ciclistas. Ese es el límite o por lo menos está muy cerca”.
El director de la Vuelta no es partidario de potenciar el morbo para ganar audiencia. Siempre ha considerado el ciclismo como un compendio de muchas disciplinas: “El público sabe lo que quiere y nosotros hemos de buscar una combinación entre su deseo y lo que pueden aguantar los corredores. No puedes meter 250 puertos en un día, ni 21 etapas de montaña. El ciclismo es espectáculo deportivo y no debemos desvirtualizarlo ni ir más allá. El ciclismo es una contrarreloj individual, un sprint, una etapa de media montaña. ¿Acaso 21 Tourmalets nos darían 4 millones de audiencia diarios?. Seguro que no”. Guillén cree que “este año hemos acertado, pero no podemos hablar de una fórmula concreta. La Bola del Mundo, la Vuelta en líneas generales, ha sido un éxito que nos gustaría repetir. Pero para que este éxito se produzca se necesitan otros muchos elementos como escenarios inéditos, una buena participación y poder mantener la emoción hasta el último día. En el Tour hemos vivido un duelo entre Contador y Andy Schleck hasta la penúltima etapa. En el Giro, Arroyo se contrapuso a Basso y en la Vuelta, el pulso entre Nibali y Mosquera se prolongó hasta el final”.